martes, 18 de octubre de 2011

Enrique Hernández-D’Jesús: Lomito de octubre.

Enrique Hernández-D’Jesús, Medellín, 2010.




                  











Dos aves del paraíso nos conducen a la intimidad. Escondite cubierto de árboles que se ven por todas las ventanas. El juego consiste en distinguir la imaginación, en conservar la forma, el acontecimiento permanente, la evocación, el cofre lleno de sorpresas. Estar en el ensueño, permanecer en el fondo de la repetición, buscar el camino de nuestro espacio.
Octubre amenaza con el Cordonazo de San Francisco, establece al soñador la contemplación, corresponde a un imaginismo apasionado para disfrutar a la trapecista de finos toques. Complace a su consciencia en los contrarios, en un más allá de los recuerdos. La diferencia es el movimiento, es ir a un lugar y estar en otro, en el nerviosismo, en el placer y el displacer, es un mundo sensible con los ojos maravillados. No hay altura en las maravillas. Las profecías  conquistan un lenguaje particular, sugerente.
Manifestando la sensación del espacio y del tiempo Dylan Thomas lo ve en su:

Poema de octubre

Era mi trigésimo año camino del cielo;
desperté a mi oído desde el puerto y el vecino bosque
y la playa encharcada de mejillones
y ensacerdotada de garzas
el saludo mañanero
con oraciones de agua y gritos de grajos y gaviotas
y chocar de barcas de vela en la pared enmembrenada de
redes invitando a levantarme
al momento
en la aun dormida ciudad y a partir.
       Mi cumpleaños empezó con aves marinas
y los pájaros de los alados árboles volaban mi nombre
sobre las heredades y los caballos blancos
y yo me levanté
en el lluvioso otoño
y salí a vagar en medio del chubasco de mis días.

      La marea alta y la garza buceaban al coger yo el camino
pasar los confines
y las puertas
de la ciudad se cerraban cuando ésta despertaba...
y un sol de octubre
estival
al hombre de la colina
aquí climas amantes y dulces cantores súbitamente
entraron la mañana en que yo salí a errar y a escuchar
el viento que escurría la lluvia
soplar frío
en el bosque lejano a mis pies...
… y bajo la densa nube de alondras
Allí pude vivir maravillado
mi día de cumpleaños
más el tiempo cambió en redondo...
...y los dos veces narrados campos de la infancia...
Y el misterio
cantaba vivo
todavía en el agua y en los pájaros cantores...
 ...Era mi trigésimo
año camino del cielo en pleno mediodía de verano
aunque la ciudad a mis pies yaciera deshojada en la
sangre de octubre.

       Ojalá pueda cantar todavía
la verdad de mi corazón
en esta alta colina a la vuelta de un año.

En cierto modo, la tarde inventa su circo, una nube de paso deja caer la lluvia. En la cama damos vueltas al amor. Si descuidamos algún movimiento perdemos el candor, la locura, la sombra oculta; es la animalidad que distingue el ropaje.
         El lomito se mueve, se acaricia con los dedos. La profundidad del cuerpo se prepara para el gran acontecimiento. El asombro logra destruir la inmovilidad. Se mueve en este escondite, morada de la razón. A Cioran el gusto por la realidad lo lleva al delirio; la hace más sublime que la duda, pero a ésta última la hace más sólida. El vacío -yo sin yo- es la liquidación de la aventura del "yo", es el ser sin ninguna huella del ser, un hundimiento dichoso, un desastre incomparable. Sobre sí, esa feria de poseídos y poseedores con fervor pasión dispuesta a la agresividad, obsesionados en los acontecimientos; desde los más antiguos existen las preguntas, la ventaja de la consciencia, el estímulo de las sensaciones. Este filósofo nos subraya: Visto desde el exterior, cada ser es un accidente, una mentira (salvo en el amor, pero el amor se coloca fuera del conocimiento y de la verdad).
Octubre mantiene su divinidad, asume su pasado y su presente, se congrega en el lugar secreto, breve e intenso, queda en la mirada.
La traducción de Francisco Rivera de Cavafis, lo dice en el poema

Griega desde tiempos antiguos

Antioquia se jacta de sus resplandecientes edificios
y sus bellas calles, de los espléndidos campos
que la ciñen y de la inmensa multitud
que en ella habita. Se jacta de ser la morada
de gloriosos reyes y de todos los artistas
y sabios que posee y de sus opulentos
y sagaces mercaderes. Pero, por encima
de todo, Antioquia se jacta de ser una ciudad
griega desde tiempos antiguos y pariente de Argos,
por parte de Ione, que por los colonos argivos
fue fundada, en honor de la hija de Inaco.
        
Los Ingredientes y la preparación del Lomito:

Aceite de Maíz, 1 Cebolla, 17 Alcaparras, 30 Primaveras de Tiras de Pimentón, Tocineta, 6 pedazos gruesos de Lomito, 1 Tomate, 1 Ajo Natural, ½ botella de Vino Merlot de Pramaggiore de la Tenuta de S. Anna del 80, Caldo de Carne y  2 cucharadas de Maicena.

A una cacerola de metal póngale aceite de maíz y la cebolla cortada en ruedas, las alcaparras picaditas, las primaveras de pimentón y unos cuantos pícaros pedazos de tocineta. Déjelos en la cacerola hasta que agarren cuerpo y nos den la idea de una cama alquímica.
Cuando se le vea ese marrón hermoso de la piel, acuéstele los pedazos de lomito y déjelos sofreír corto tiempo por un lado y después por el otro muy rápido. Agréguele el tomate licuado y el ajo; tape la cacerola por varios minutos.
Aparte, en una olla, ponga el vino y cuando esté‚ un poco caliente viértalo sobre el lomito, tape la olla bien fuerte y cocine por treinta minutos a fuego mediano. En un poco de caldo de carne frío, diluya la Maicena, bátala y agréguela a la cacerola. Mueva todo dulcemente, hasta que espese.
Y esto se come con un gratinado de calabacines, o calabacines al gratén.

Para alegrar las aceitunas negras

Los Ingredientes y Preparación:

         Aceitunas Negras, 2 vasos de Vino Blanco Campaltino de la Vecchia Cantina Di Montepulciano (Siena), las Conchas Secas de 1 Mandarina, 4 Hojas de Laurel, 7 Clavos de Olor, 20 pepitas de Pimienta Negra, 12 pepitas de Ginebra, 1 pequeño mazo de Perejil y Cilantro, 1 rama grande de Cebollín cortadita. 3 ½  cucharadas soperas de Soya, Estragón y Aceite de Oliva Virgen.

         Macere en el vino con las conchas de mandarina picadas en cuadritos y con todos los demás ingredientes. Rocíe al final con el estragón y agregue  un toque alegre de aceite de oliva virgen.



Enrique Hernández D’Jesús Mérida, Venezuela, 1947. Poeta, fotógrafo y editor. Desde 1978 ha realizado exposiciones en su país, Italia, España y Puerto Rico. Ha publicado: Muerto de risa, 1968; Mi abuelo primaveral y sudoroso, 1974; Así sea uno de aquí, 1976; Los últimos fabuladores, 1977; Mi sagrada familia, 1978; Mi abuelo volvió del fuego, 1980; El circo, 1986; Retrato en familia, 1988; Los poemas de Venus García, 1988; Recurso del huésped, 1988; Magicismos, 1989; La semejanza transfigurada (94 fotografías intervenidas por Vicente Gerbasi), 1996;  La tentación de la carne, 1997; La difícil claridad (1999); El tigre invisible (2005); Vestuario (2006) y Los poemas de Venus García y Recurso del Huésped (2006).  Ha obtenido diversos premios de literatura y de fotografía.