jueves, 30 de mayo de 2013

Juan Liscano: América.




Juan Liscano

















Dije, maíz. Generaciones de indios fueron rescatadas
                                                                          /del olvido.

Dije, palma . Largas elaboraciones de tejidos, milenios
   de substancias fibrosas ataron al pasado con el presente.

Dije, arcilla. Se mostraron las tinajas de hinchado vientre
   de mujer encinta, los platos y cazuelas como discos solares
                                                       /arrojados hacia el porvenir.

Dije, río. Fluyeron las aguas del diluvio. Fueron ahogadas las razas.
  Sobre las primeras tierras emergidas y chorreantes, cruzó un pájaro.

Dije, selva. Torrencial follaje, explosiones de verdor, vahos zumbantes,
   tibieza de matriz. El silencio sin rostro y con cuerpo de hormigas voraces,
   aullaba entre pieles de sierpes como vainas caídas de los árboles.

Dije, llanura. Giraron embudos de vientos negros.
  Se quebró una luz de cristal o de leño seco. Un
  espejismo de mercurio relucía en  el horizonte.

Dije, luna. Brotaron fuentes e hilillos de leche,
   se abultaron humedades, proliferaron hongos,
  mohos, légamos y de escucharon grandes caídas de agua.

Dije, mujer. Un tallo de venas rotas echó flor.

Dije, hombre. Se alzaron escudos y macanas, brillaron filos
  y puntas de hueso, flotaron los plumajes, pero en alguna parte
  del combate se abrió una mano como delta.

Dije, sol. Truena el verano, un ave deslumbrante e invisible
  pasa y sólo se mira su sombra. Muestra el cielo una faz roja
  y rugiente.

Dije entonces, Dios, comiéndome las palabras, con la lengua
  volteada hacia adentro y con los ojos vaciados.

El amor era un tigre en acecho.

La muerte se acercaba lentamente bajo una nave
  de árboles estrellados.

Los negros

Avanza un negro, avanza por la orilla
de un cocodrilo, de una sierpe roja.
Viene del mar, del vientre de unos barcos,
llega sin nombre y lleno de su exilio.

Un negro doble, trino, igual al prójimo;
dos negros, mil, cien mil están llegando.
Dioses, tribus, idiomas confundidos,
muchedumbres que son tan sólo un hombre.

Puede mirarse un negro en otro negro,
mirar la misma imagen del infortunio,
reconocer el mismo viaje a ciegas,
la misma pena en lenguas diferentes.

Les cortaron los pasos, les cazaron,
les clavaron las huellas y caminos,
les echaron del sol, del pez, del búfalo,
y cayeron al suelo, al pozo, al piojo.

Rodaron hombre abajo, mundo abajo,
rodaron hasta el fondo de las naves
hasta perder sus nombres:
la identidad de planta, bestia y cosa,
la del ancestro aullante entre las máscaras.

(de Nuevo Mundo Orinoco, 1959)





Juan Liscano (Caracas, Venezuela, 1914-2001) Poeta y crítico venezolano. Director de la editorial Monte de Ávila, entre su obra poética destacan los títulos Nuevo mundo Orinoco (1959), Cármenes (1966) y Fundaciones (1981). Asimismo ha escrito los ensayos Panorama de la literatura venezolana actual (1973), Espiritualidad y literatura: una relación tormentosa (1976), Los fuegos apagados (1990) y El origen sigue siendo (1991). En 1990 publicó Antología personal, un recorrido por su trayectoria poética.